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Entendiendo Nuestra Posición Como Hijos de Dios

  • Pr. G. David Carmisciano
  • 27 jul 2016
  • 2 Min. de lectura

SEGUNDA PARTE Coherederos con Cristo

La segunda posición que debemos ocupar, como creyentes, es la de coherederos con Cristo. Romanos 8: 17 dice que somos coherederos con Cristo. No sólo hemos recibido el ser justos ante Dios, sino que, también se nos ha dado una herencia. Coherederos significa que, como creyentes, tenemos una herencia a través del Señor Jesucristo, aquí en la tierra. Como criaturas de Altísimo, Él nos ha dejado promesas y, cada una de esas promesas, representa una herencia para la vida de cada creyente. 2 Corintios 1: 20

Nuestra posición como seres salvos

Romanos 10: 9-10 “si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levanto de los muertos, serás salvo”.

  • La palabra “salvo” en esta escritura viene del griego Sozo. Significa más que sólo el derecho de ir al cielo.

  • Significa que nada falta, nada está quebrantado, está íntegro.

  • Cuando una persona está experimentando enfermedad física en su cuerpo, hay algo que falta en su vida. Le falta buena salud.

  • Cuando una persona está muy endeudada, significa que su habilidad para pagar por sus responsabilidades diarias está quebrantada.

Cuando recibimos a Jesús, no sólo recibimos el derecho de ir al cielo, sino que también recibimos sanidad divina, prosperidad divina, liberación de ataduras, una esperanza para nuestro futuro, dirección del Espíritu Santo, la posición de ser hijos de Dios. Todo lo que Dios tiene para nosotros, en este mundo o en el cielo, está disponible para nosotros, cuando recibimos a Jesús como nuestro Señor y Salvador. Recibimos el paquete total de las bendiciones de Dios. La posición que ahora ocupamos es la posición de ser coherederos con Jesús. Ser un coheredero significa que hay dos herederos. Cada heredero tiene igualdad de propiedad de algo. Esto significa que, como creyentes, tenemos una nueva posición en Cristo, como dueños y no como esclavos. Todas las cosas, en el cielo y en la tierra, han sido dadas a Jesús (1 Corintios 15: 27) y como coherederos con Cristo, todas las cosas también nos pertenecen. Dios no tiene hijos especiales y otros que no le gustan. A todos se les ha dado la autoridad para vivir en victoria absoluta, como la Biblia promete.


 
 
 

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